miércoles, 28 de julio de 2010

AÑORANZA

Hace casi veinte veranos,
que abandoné mi tierra,
recuerdo, como si hoy fuera,
extrañando más a mis hermanos.

A esos padres ejemplares,
que la vida me ha prestado
y también más admirado
al no haber otros iguales.

La confianza depositada,
basada en un consejo,
los veo aún con su reflejo,
con experiencia reforzada.

Esos años colegiales,
de infancia y adolescencia,
siguen teniendo presencia,
al salir siempre triunfales.

Sentados todos a la mesa,
con hambre y sin malicia,
donde papá hacia justicia,
si de pan tomabas otra pieza.

Ahora todos dispersos,
por trabajo y aventuras,
dejando sola la estructura,
por motivos muy diversos.

La vida premia al esfuerzo,
la escuela la ignorancia,
pero yo deseo con ansia,
saborear aquel almuerzo.

Con tortillas de harina,
unos huevos con frijoles,
los sabrosísimos bocoles,
eran pura cosa rica y fina.

Por costumbre o esnobismo,
no vibran al pisar sus raíces,
donde en su infancia felices,
solo se buscaba profesionalismo.

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