viernes, 18 de noviembre de 2011

ACRÓSTICO: REVOLUCIÓN MEXICANA

Reventar las cadenas de opresión
Enarbolando la fiel democracia
Vino un hombre y gritó "No Reelección"
Orgulloso de la razón como una gracia
Lanzando su Plan de San Luis Potosí
Unificando criterios oprimidos
Con sus ideales conquistó el frenesí
Iniciando la lucha los más sufridos
Orquestando la lucha cuando se ama
Naciendo así la "Revolución Mexicana"

domingo, 21 de agosto de 2011

PRESENTACIÓN DE "ANTOLOGÍA DE POEMAS ESCOLARES"


Maestro Rogelio Álvarez Cantú.
Retrocedo más de cincuenta años; a fines de la década de 1930. Entonces el tren nos llevaba de Coatzacoalcos al Puerto de Veracruz en larga travesía por las Llanuras de Sotavento. La monotonía del viaje se interrumpía con las estaciones en las cuales los vendedores mostraban algarabía. De Santa Lucrecia, hoy Jesús Carranza, el tren de pasajeros partía a las cuatro de la mañana con intento de llegar al atardecer al Puerto Jarocho, siempre y cuando no se retrasara mucho en las maniobras de carga en las estaciones.
A Santa Lucrecia le llamaban Santa Desgracia quienes ahí se bajaban del tren del Istmo procedentes de Coatzacoalcos y aguardaban unas veinte horas para treparse en el que procedía de Tapachula, y a las cuatro de la mañana salía el tren devorador de kilómetros. Las primeras estaciones eran Juanita, El Burro y otras más que iba uno mencionando en su mente y contándolas como entretenimiento. Decididamente en el traqueteo de las ruedas de fierro las que musicalizaban el trayecto; de manera sublimada el ruido lo volvía musical. Aún no llegaba el rock and roll.
De mi almacén debo sacar las escenas que han ligado con Rodríguez Clara, las que más me han acercado. Una de ellas, corresponde al año de 1944, meses antes de la grave inundación producida por unas pavorosas tormentas. Meses antes de ese huracán recuerdo que pernocté en Rodríguez Clara, para seguir al día siguiente, a San Andrés Tuxtla, para trabajar de maestro en una escuela primaria, lo cual me ligaba con el magisterio, y por eso esa noche buscamos a un maestro de este lugar. Vagamente como si aún fuese más cerrada la noche del recuerdo, me veo en un hotel de madera, junto a la estación del ferrocarril, piso de madera crujiente. Y de ahí caminar a una modesta casa para saludar a un profesor cuyo orgullo era su biblioteca: sus libros, sus herramientas de trabajo. Era mi primer contacto con Rodríguez Clara, pues en otras ocasiones pasaba como pasajero válgase la redundancia. Aunque, en tratándose de libros, en Coatzacoalcos, entonces Puerto México, un afamado peluquero, cuyos parientes, o el mismo nació en este poblado, se dedicaba a los versos y tenía, o tuvo después, una publicación.
Lo traté mucho, sobre todo porque se convirtió en suegro de dos hermanos míos. Luego me acordaré del nombre de su libro de poemas, y lo he traído a colación porque hoy estamos ante un noble acontecimiento, la presentación de una antología de poemas escolares, salido del estro de Rogelio Álvarez Cantú.
La presentación de la antología se realiza este 22 de diciembre de 1997, en feliz coincidencia de la fecha, del año de 1960, cuando se decretó la erección del municipio libre de Juan Rodríguez Clara.
Ya, el año pasado, en el mes de diciembre, se publicó otro librito titulado “Monografía del municipio de Juan Rodríguez Clara, Ver.” Redactado por el médico Salvador Navarrete Gómez. El Dr. Navarrete en 44 páginas nos pinta hechos cotidianos e históricos de este lugar que alguien le puso El Burro, pero en principios del siglo se llamó Rives, en recuerdo de uno de los ingenieros constructores del ferrocarril. Luego hacia 1915 era Nopalapan de Zaragoza, y en 1925 se le puso el nombre que conserva: Juan Rodríguez Clara. Una historia breve y clara, escrita por Salvador Navarrete que no sólo es médico, sino doctor en su profesión, y de ahí que comúnmente sea llamado doctor Navarrete.
La obra del Doctor Navarrete fue publicado en los talleres de Policromina Impresores, misma casita editorial en donde se ha impreso la Antología de Poemas Escolares, que hoy se presenta y que constituye un reforzamiento a una tradición que se está logrando en esta población: la de tener libros, formados aquí mismo. La antología que hoy se presenta tiene la virtud de llegar a los niños. La literatura infantil no abunda en nuestro país. Es un género poco cultivado porque es muy arduo. Bienvenida pues esta Antología cuyos versos ahora sí suenan con más musicalidad, que aquella que me inventaba cuando escuchaba el rodar de las gruesas ruedas de fierro en los viajes lejanos de la ida juventud. Muchas gracias.
Roberto Williams García.

domingo, 31 de julio de 2011




PRÓLOGO.

Su vocación profesional y su afán de superarse en el magisterio, son aptitudes que se conjugan en el pensamiento y en el espíritu de lucha del joven maestro rural, Rogelio Álvarez Cantú, para concebir esta Antología Infantil – tan bucólica como de pupitre-que la escribió en su tránsito por diversas escuelas de comunidades ejidales, enseñando a hijos de campesinos.

Todavía son versos en tallo verde, pero no se quiebran porque son producto de la fuerza de voluntad e inspiración profunda del joven poeta que los escribió por primera vez en Las Llanuras de Sotavento, donde la brisa suave y tibia que los acaricia, es el vehículo que los transporta al buen gusto literario de maestros y niños en edad escolar.

Siempre ha sido importante y bello escribir temas relacionados con los niños, tal vez por eso al leer este florilegio campestre de Álvarez Cantú, recordamos “La edad de Oro” de Martí, aquella revista fundada en 1889 por el Apóstol cubano, que dedicaba a todos los niños de América; también el precioso poema “Fusiles y Muñecas” de Juan de Dios Peza y recientemente, el importantísimo libro, “Como Formar Buenos Hijos ¡ Y Buenos Padres! ” del Dr. José Novoa Bodet.

Por lo tanto, es justo reconocer que esta obra, es una invitación para que maestros

y alumnos, se adapten –yo diría- a este moderno método, donde el niño tendrá que aprender cantando en magnífica simbiosis de ciencia y arte. No han sido inútiles los diez años de dedicación y estudio del maestro tamaulipeco en Las Llanuras de Sotavento veracruzanas, donde vio florecer, como en un búcaro de gardenias, su numen poético.

Dr. Salvador Navarrete Gómez.